La isla bajo el mar by Isabel Allende

La isla bajo el mar by Isabel Allende

autor:Isabel Allende
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela histórica
ISBN: 0307476057
publicado: 1999-01-01T05:00:00+00:00


El castigo

Valmorain le notificó a Tété que partirían en una goleta americana al cabo de dos días y le dio dinero para abastecer a la familia de ropa.

—¿Te pasa algo? —le preguntó al ver que la mujer no se movía para coger la bolsa de monedas.

—Perdone, monsieur, pero... no deseo ir a ese lugar —balbuceó ella.

—¿Cómo dices, idiota? ¡Obedece y cállate!

—¿El papel de mi libertad vale allá también? —se atrevió a inquirir Tété.

—¿Es eso lo que te preocupa? Por supuesto que vale, allá y en cualquier parte. Tiene mi firma y mi sello, es legal hasta en la China.

—Luisiana queda muy lejos de Saint-Domingue, ¿no? —insistió Tété.

—No vamos a volver a Saint-Domingue, si eso es lo que estás pensando. ¿No te bastó con todo lo que pasamos allá? ¡Eres más bruta de lo que pensaba! —exclamó Valmorain, irritado.

Tété se fue cabizbaja a preparar el viaje. La muñeca de palo que le había tallado el esclavo Honoré en la niñez había quedado en Saint-Lazare y ahora ese fetiche de buena suerte le hacía falta. «¿Volveré a ver a Gambo, Erzuli? Nos vamos más lejos, más agua entre nosotros.» Después de la siesta esperó a que la brisa del mar refrescara la tarde y se llevó a los niños de compras. Por orden del amo, que no quería ver a Maurice jugando con una chiquilla rotosa, los vestía a los dos con ropa de la misma calidad, y a los ojos de cualquiera parecían niños ricos con su niñera. Según planeaba Sancho, se instalarían en Nueva Orleans, ya que la nueva plantación quedaba a sólo una jornada de distancia de la ciudad. Ya poseían la tierra, pero faltaba lo demás: molinos, máquinas, herramientas, esclavos, alojamientos y la casa principal. Había que preparar los terrenos y plantar, antes de un par de años no habría producción, pero gracias a las reservas de Valmorain no pasarían penurias. Tal como decía Sancho, el dinero no compra felicidad, pero compra casi todo lo demás. No querían llegar a Nueva Orleans con aspecto de venir escapando de otra parte, eran inversionistas y no refugiados. Habían salido de Le Cap con lo puesto y en Cuba habían comprado lo mínimo, pero antes del viaje a Nueva Orleans necesitaban un vestuario completo, baúles y maletas. «Todo de la mejor calidad, Tété. También un par de vestidos para ti, no quiero verte como una pordiosera.

¡Y ponte zapatos!», le ordenó, pero los únicos botines que ella poseía eran un tormento. En los comptoirs del centro, Tété adquirió lo necesario, después de mucho regateo, como era costumbre en Saint-Domingue y supuso que también lo sería en Cuba. En la calle se hablaba español, y aunque ella había aprendido algo de esa lengua con Eugenia, no entendía el acento cubano, resbaloso y cantado, muy distinto al castellano duro y sonoro de su ama fallecida. En un mercado popular habría sido incapaz de regatear, pero en los establecimientos comerciales también se hablaba francés.

Cuando terminó con las compras pidió que se las mandaran al hotel, de acuerdo a las instrucciones de su amo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.